jueves, 4 de abril de 2013



Mire la foto y adivine el tema...


Hoy quiero compartir con ustedes, compañeros de ruta, una reflexión sobre dos temas: la llamada flipped-classroom o clase patas arriba como le digo yo, y la evaluación. Seguramente a ojo de buen cubero ya se habrán dado cuenta, por el título y la sugestiva imagen que lo acompaña, qué camino quiero transitar.

Es evidente que los problemas en los aprendizajes que están teniendo nuestros alumnos no se resuelve grabando una serie de videos, subiéndolos a algún repositorio en línea y decirles que los miren para luego de discutir. Eso sería más bien dar vuelta la "clase magistral", que creo que a pesar de muchos de nosotros la hemos abandonado hace tiempo, todavía lamentablemente goza de buena salud.
Poner la clase patas arriba creo que , por lo menos para mí tiene otra lectura. La del aprendizaje activo y autónomo por parte del alumno. No está mal, que aquellas cosas que el alumno puede hacer solo, según su edad y sus competencias las haga, el tema es un problema de diseño. Si, de diseño, de diseño de la compleja interacción entre los alumnos, los saberes y nosotros. 
Hace un tiempo leí un reportaje a un colega español y él comentaba que evidentemente no podemos competir en cantidad de información con la Wikipedia, o en la velocidad de búsqueda de datos con Google, pero sí podemos competir con ellos en algo que todavía no pueden hacer: formular preguntas. Pero este colega, cuyo reportaje lamentablemente no guardé y que no pude ubicar en la red, iba más allá; usaba una metáfora, que me quedo grabada por su poder representativo. Cuando le preguntaban entonces que papel atribuía a los docentes hoy, él decía "deben ser artesanos del diálogo". ¿Artesanos? Si, como buenos artesanos conocemos, o si no es así sería bueno que lo hiciéramos, la materia prima con la que trabajamos. Estudiamos muchas pedagogías, muchas didácticas, muchas psicologías del aprendizaje y la enseñanza, y por supuesto muchos contenidos disciplinares. 
¿Pero sabemos articular los nuevos diálogos que se nos plantean todos los días entre esos conjuntos de saberes y las tecnologías usadas por nuestros alumnos? ¿Somos capaces de artesanalmente articular diálogos fructíferos que promuevan aprendizajes significativos para el alumno de hoy?

Creo que esto es un problema de diseño, de cómo diseñamos los escenarios de aprendizaje, y sobre todos, de cómo diseñamos la forma de registrar las evidencias de lo aprendido. Es decir, de cómo diseñamos la evaluación. 

Evidentemente no tengo ninguna fórmula mágica, y como no creo en los mesías en la educación, ni siquiera me atrevo a recomendarles una. Veo que el problema de la evaluación es grave, quizá el más grave de todos, y los invito a reflexionar juntos sobre este tema, ya que también hoy alguien posteaba sobre el tema de la evaluación en TRAL y a propósito de ese post y de otros que leí hoy en otras redes, de las que también soy nodo, me animé a compartir esta reflexión con ustedes.